Esa idea de que las personas de menor nivel cultural no entienden, no es verdad, las personas intuyen claramente que existen derechos fundamentales, porque son connaturales al ser humano.
Por: Gonzalo Gómez Betancourt**
Hace tan solo un par de días, con motivo de las innumerables ocasiones en que el candidato de izquierda viene hablando de expropiación, mi empleada de servicio me preguntaba abiertamente sobre lo que significaba ese tema: “¿Por qué alguien puede tan solo pensar en quitarme mi pensión o mi apartamento que con tanto esfuerzo he podido comprar con mi trabajo y ahorro de más de 25 años? Puede que yo no sea estudiada, pero “tonta no”; es decir, ahora quiere tomar mis ahorros y bienes, y darles a todos los que no quieren trabajar, supuestamente porque no hay trabajo?, darles a todos por igual?, y mi esfuerzo?, y mi sacrificio de todos estos años?, quiere simplemente nivelarnos a todos por lo bajo, porque seguro que la plata no nace en los árboles! Si eso lo pienso yo, ahora que estará pensando usted que es el que me da el empleo?”
Esa idea de que las personas de menor nivel cultural no entienden, no es verdad, las personas intuyen claramente que existen derechos fundamentales, porque son connaturales al ser humano.
Vamos a tratar de explicar a este público más letrado, en un sentido formal, de qué se trata este derecho que por ahora está garantizado en nuestra constitución. La propiedad privada es un derecho subjetivo de los regímenes liberales, sencillamente porque la libertad no es posible sin la propiedad privada. Según Martínez (2001) “El derecho a la propiedad privada no solo está intrínsecamente ligado a la libertad y por lo tanto, al Estado de Derecho, también lo está al principio democrático, pues constituye un presupuesto del pluralismo político. Toda libertad es efímera si no existen los medios materiales para hacerla explícita y perdurable.” Según Irrazabal (2014), la Iglesia Católica ha sostenido “la legitimidad de la propiedad privada como garantía de autonomía de la persona, señalando como camino para la justicia social su difusión, sobre todo a través del salario justo. Con el tiempo ha logrado equilibrar mejor su función individual y su función social, profundizando en su carácter instrumental, ordenado a hacer efectivo un derecho anterior y más fundamental de todos los seres humanos al uso de los bienes de la tierra. Hoy insiste en que toda forma de dominio privado o público puede ser legítima mientras esté al servicio del trabajo, lo que en la economía industrial moderna implica la necesidad de crear estímulos para canalizar la renta al ahorro y la inversión. Facilitar el paso de la posesión precaria a la propiedad legítima sigue siendo un objetivo central en la lucha contra la pobreza”
He querido recodar la encíclica del Papa, León XIII – La rerum Novarum “La propiedad está en el centro del conflicto entre las dos grandes ideologías del siglo XIX, el capitalismo liberal y el socialismo. Para el primero la propiedad privada de los medios de producción era el fundamento del orden económico, mientras que la segunda la consideraba como la raíz última de todas las injusticias sociales originadas en la industrialización. El espíritu del capitalismo liberal de ese entonces era demasiado insensible frente al dramático costo humano de su éxito económico. Como modo de superar esta situación de intolerable explotación la ideología socialista impulsaba la abolición de la propiedad privada a través del camino violento de la lucha de clases, poniendo en peligro las bases mismas de la armonía social”. En esa coyuntura, cuál fue la clave para una estabilidad social?, el modo de lograr relaciones sociales más justas, pues la respuesta no fue el igualitarismo forzado, que suprimiera la propiedad privada para dejar a los individuos a la merced del poder omnímodo del Estado. Por el contrario, la propiedad privada es un derecho anclado en la misma naturaleza humana, porque constituye la verdadera garantía de un ámbito propio en que la persona puede ejercitar su libertad e iniciativa, proveer a su sustento y al de su familia, gozar de los frutos de su esfuerzo, y estar a salvo de las eventuales arbitrariedades del poder político.
El camino, no es entonces, el de suprimir la propiedad, sino el de difundirla de modo de que todos puedan gozar de ella en la mayor medida posible. Y el principal instrumento para lograr este objetivo es el salario, que por lo tanto debe ser justo, no solo al ser libremente pactado, sino también por su correspondencia con las necesidades del trabajador. De estas premisas se sigue también una crítica al Estado Liberal, que no puede conformarse con el rol de ser policía, sino que tiene el deber de intervenir en la medida necesaria para garantizar la justicia en las relaciones laborales, y al mismo tiempo debe reconocer el derecho de los trabajadores de asociarse entre sí en la defensa de sus derechos, como modo de compensar la disparidad de las fuerzas entre cada trabajador individual y su empleador. Igualmente, Juan Pablo II, cambia un poco el mensaje y menciona, que la propiedad privada pierde el carácter de principio supremo que revestía en los comienzos para quedar subordinada a otros principios; en la “laborem Exercens”, el Papa analiza esta cuestión a la luz del concepto que considera prioritario, por estar vinculado de un modo más directo a la persona y a su dignidad: el trabajo, y dice, “La propiedad en cualquiera de sus formas, se justifica en la medida en que favorece el trabajo. Ya no importa tanto si es pública o privada a condición de que esté al servicio de la persona. Esto significa, en concreto que la meta que se debe procurar es que la propiedad de los bienes de capital adopte una forma tal que permita al trabajador sentir que está trabajando en algo propio”. Para fomentar este vínculo entre capital y trabajo, enumera propuestas referidas a la copropiedad de los medios de producción, a la participación de los trabajadores en la gestión, y beneficios de las empresas. Afirma “El mero paso de los medios de producción a propiedad del Estado, dentro del sistema colectivista, no equivale ciertamente a la socialización de esta propiedad. Se puede hablar de socialización únicamente cuando quede asegurada la subjetividad de la sociedad, es decir, cuando toda persona, basándose en su propio trabajo, tenga pleno título a considerarse al mismo tiempo copropietario de esa especie de gran taller de trabajo en el que se compromete con todos”
Hace algún tiempo me puse a la tarea de entender mejor las posturas, y todo pasa por el entendimiento de lo que es el ser humano, para Adam Smith (1759) “el ser humano es un ser egoísta que en su libertad tiende a maximizar su función de utilidad”; para la Iglesia católica “El ser humano es un ser en continuo desarrollo” y para Karl Marx (1885) “el ser humano, es un ser que es explotado siempre por otro ser humano, y el único que puede regular esa relación es el estado”. Mi creencia es que los extremos son muy dañinos, ya sabemos que el punto ideal consiste en tener un capitalismo consciente, si hacemos todos el esfuerzo de hacer lo mejor desde nuestras empresas por todos los partícipes, no tenemos que cambiar un derecho fundamental para el desarrollo de la persona, que es la propiedad privada.
**Ph.D. – CEO Legacy & Management Consulting Group