Cómo evitar caer en el adagio de padre rico, hijo noble, nieto pobre

Existen alrededor del mundo muchos adagios sobre la duración de las empresas familiares, teniendo como base que la tercera generación suele acabar con la riqueza creada dos generaciones atrás.

Por Gonzalo Gómez Betancourt

Desde que inicié mi actividad como investigador, profesor y consultor de familias empresarias, tuve la sensación de que había algo en el ambiente académico que no estaba del todo bien cuando se reflexionaba sobre las causas del problema de la mortalidad de las empresas familiares, para no seguir los adagios que comúnmente escuchábamos desde diferentes partes del mundo. En España, se dice “padre bodeguero, hijo millonario, nieto pordiosero”; en Portugal “padre rico, hijo noble, nieto pobre”; en Alemania muy a su estilo “creador, heredero, destructor” y por supuesto en Latinoamérica “padre empresario, hijo ingeniero, nieto poeta”. Parecía muy curioso que cada región experimentara el mismo camino, ante una muerte empresarial que parecía inexorable, por la mezcla de sistemas como la empresa y la familia, que parece como una mezcla de agua con aceite, por sus leyes antagónicas, debido a que lo que es bueno para un sistema puede ser malo para el otro, por ejemplo “dar a todos por igual” es una regla que en familia refleja el amor, pero en la empresa rompe con el concepto de méritos.

Sin embargo, el mundo académico tiene temas impredecibles, como el “empirismo ingenuo”, que sucede cuando un investigador, después de muchas observaciones, ve que los cisnes son blancos, y concluye que “todos los cisnes son blancos” y un tiempo después aparece un “cisne negro” para romper con la teoría anterior, que también hace parte de la realidad y por lo tanto, de la verdad; en el área de empresas familiares, estos cisnes negros poco comunes, son organizaciones milenarias y centenarias como Hoshi Ryokan (718 d.c); Chateau Goulaine (1.000 d.c), Fonderia Pontificia Marinelli (1.000 d.c), Barone Ricasoli (1.141 d.c), Barovier Toso (1.295 d.c), Hotel pilgrim haus (1.326 d.c), Richard de Bas (1.326 d.c), Torrini Firenze (1.369 d.c), Antinori (1.385 d.c). ¿Cómo es posible entonces que existan estos cisnes negros tan longevos y exitosos, sin embargo nuestros académicos observan cisnes blancos, que son las empresas familiares que no perduran y llegan como máximo a tres generaciones?

En instituciones de investigación hemos hecho un esfuerzo para entender por qué esas familias empresarias han logrado romper con los viejos adagios. Aunque la respuesta no es simple, hoy tenemos varias resultados y teorías que ayudan a comprenderlo. Hemos hablado desde hace ya muchos años de “las trampas de las familias empresarias”, y recientemente del “equipaje emocional de las familias empresarias”, como las causas de los problemas que los empresarios deben identificar para corregir malas prácticas y desterrar malas actitudes de sus empresas y familias. Sin embargo, poco hemos hablado de un tema que cada vez es más importante y que cada vez cobra mayor protagonismo, que es “el individuo que pertenece a estas familias empresarias”; en pocas palabras ¿Cómo hacemos para que esas siguientes generaciones quieran tomar el legado empresarial? En muchas ocasiones encontramos que las terceras generaciones no son las culpables del resultado empresarial… ya que dependen de la cultura de la familia y de sus empresas, que ha sido forjada por décadas.

 Esta semana trabajando con una familia propietaria, su principal preocupación era textualmente: “¿Cómo hago para que mi hijo no se vuelva un imbécil?”, la generación X, hemos malcriado a nuestros hijos especialmente en nuestro país, debido al sobreproteccionismo que les hemos dado por los problemas de seguridad, tengo muchas dudas de que mi hijo…. al que amo profundamente, se convierta en un emprendedor, en un trabajador, en una persona consciente de lo que tiene y de lo que vale construir un patrimonio, cuando en realidad, yo se lo he dado todo sin pedir nada a cambio. Hace tan solo unos años cuando era adolescente, había tenido temas de irresponsabilidad, pero nosotros no hicimos nada para frenar y poner los límites necesarios, hoy estamos muy preocupado porque decidimos que él con 20 años de edad, tuviera todo el dinero de su educación, en su propia cuenta, pero sus nuevas amistades son realmente una mala influencia porque están dedicadas al juego de azar, tienen padres millonarios irresponsables, y creemos que hay mucho vicio alrededor de esas fiestas.

Quiero mandarle un nuevo S.O.S. a nuestra generación X que están formando a los futuros propietarios de sus empresas que las dificultades arrancan porque nosotros no estamos formando bien a nuestros hijos. Decía Confucio “hay que educar a los hijos con un poco de hambre y un poco de frío” pero nuestros hijos no han tenido carencias, al contrario han crecido en la abundancia, y no han tenido que esforzarse por necesidad como la mayoría de emprendedores. Nuestros hijos tienen sus cuentas llenas, para que nos les falte nada, lo peor de todo es que no estamos enseñando la relación entre responsabilidad con recompensa de manera adecuada, esto por decirlo menos; he visto padres empresarios que le dan a sus hijos el viaje a Paris a sus campamentos de verano, dinero para sus actividades sociales a pesar que los jóvenes pierden años escolares, son irresponsables, tienen vicios, etc.

Estimados empresarios voy a recomendar varias lecturas que creo son necesarias para empezar a entender, que si nosotros no ayudamos a formar a nuestros hijos como personas de bien y responsablespues será muy difícil pensar en un legado empresarial manejado por ellos. Deanna Mason, autora de “Qué hacer para que tu hijo no sea un imbécil”, fue una lectura reciente con un título muy sugestivo, pero que ofrece un modelo entendible de cómo formar a los adolescentes de esta generación Z; Ahora bien el que más recomiendo profundizar es el libro del “Octavo hábito” de Stephen Covey, donde explica los 4 factores de una persona completa: Cuerpo (Vivir, inteligencia física, disciplina); Corazón (Amar, Inteligencia emocional, pasión), Mente (Aprender, Inteligencia mental, visión) y Espíritu (Dejar un Legado, Inteligencia espiritual, conciencia); si una pareja de recién casados entiende que debemos inculcar estos cuatro puntos desde el vientre materno, estoy seguro que tendremos personas de bien que serán dignos de convertir a sus empresas familiares en milenarias.

Ph.D – CEO Legacy and Management Consulting Group.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *