Los protocolos de familia son procesos esenciales para la gobernanza en empresas familiares, pero en Latinoamérica suelen convertirse en documentos extensos y llenos de contingencias que rara vez abordan las situaciones reales que surgen. Este artículo analiza la necesidad de simplificar los protocolos de familia, enfocándose en la funcionalidad de los órganos de gobierno y su propósito. A través de dos casos prácticos y el contraste con la teoría de los protocolos más efectivos, proponemos un enfoque más eficiente para fomentar la unidad y el compromiso en las familias empresarias.
Un protocolo de familia es un proceso que regula las relaciones entre los miembros de una familia empresaria, estableciendo reglas claras para garantizar la sostenibilidad de la empresa, así como la unidad y el compromiso familiar a través de las generaciones. Sin embargo, con frecuencia se perciben como documentos que son una solución definitiva a los conflictos familiares. En la práctica, suelen degenerar en manuales extensos que intentan prever todas las posibles contingencias, un enfoque que, al no cumplirse, puede resultar contraproducente. Este fenómeno es especialmente común en la cultura latinoamericana, donde la formalidad y el detalle excesivo son frecuentemente valorados. Sin embargo, este enfoque puede generar rigidez y dificultar su aplicación. Además, en muchas ocasiones, estas extensas regulaciones no logran anticipar los eventos realmente disruptivos que las familias enfrentan, como crisis económicas o conflictos intergeneracionales inesperados.
Durante mi doctorado, descubrí que los protocolos más efectivos son simples, concisos y precisos, diseñados para delegar la resolución de conflictos a órganos específicos como el consejo de familia, el consejo de socios y la junta directiva. Sin embargo, adaptar esta simplicidad a la idiosincrasia latinoamericana presenta un desafío. La literatura sobre empresas familiares destaca que el mejor protocolo es aquel que cabe en una sola hoja y establece con claridad el propósito de la empresa familiar y las tareas de cada órgano de gobierno: el consejo de familia para promover la unidad y el compromiso; el consejo de socios para resolver cuestiones de propiedad y patrimonio; y la junta directiva para abordar asuntos de la empresa. También define perfiles y composiciones para cada órgano, promoviendo la inclusión de miembros independientes. Esta perspectiva subraya que un protocolo no debería ser un marco rígido, sino una guía adaptable que permita a las familias responder eficazmente a los cambios internos y externos.
Hace 20 años, tuve la oportunidad de liderar el proceso de un protocolo familiar para una familia en transición de la primera a la segunda generación. Este protocolo terminó siendo un documento de aproximadamente 300 páginas, incluso incorporado en una Fundación de Interés Privado (FIP). Debido a la desconfianza del fundador, decidió que todo debía quedar documentado y registrado públicamente. El proceso, que involucró tanto especialistas en temas familiares como abogados, tomó más de cinco años. El resultado fue un documento extenso y lleno de lenguaje jurídico.
Con el tiempo, la familia fue aprendiendo y adaptándose a medida que surgían nuevas circunstancias. Por ejemplo, cuando se decidió que ninguno de los hijos sería el sucesor, se realizaron cambios en la estructura de la empresa y se modificaron los órganos de gobierno. Tras la muerte del fundador, los hijos acordaron realizar cambios significativos en la estructura de la FIP. También surgieron nuevas dinámicas: un miembro de la familia se separó, volvió a casarse y tuvo más hijos. Aunque el protocolo original no contemplaba incluir a descendientes de matrimonios posteriores, la familia tomó la decisión conjunta de modificarlo. Se eliminaron cláusulas rígidas que no reflejaban su nueva realidad y se adaptó el protocolo para asegurar que todos los miembros, incluidos los nuevos descendientes, fueran reconocidos y tuvieran su lugar dentro de la familia y la estructura empresarial. Así, la estructura evolucionó para reflejar la realidad actual de la familia y sus empresas.