El liderazgo femenino como herramienta poderosa para enfrentar al síndrome del impostor

Liderazgo Femenino

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Durante décadas, muchas de las mujeres que han alcanzado posiciones directivas en el mundo corporativo, político o académico han cargado con una sensación difícil de definir. Es un ruido interior constante que les susurra que no están listas, que no son suficientes, que todo lo que han logrado ha sido por suerte. A ese ruido se le puso nombre hace más de cuarenta años: el síndrome del impostor, y aunque han pasado décadas desde su definición, sigue más vigente que nunca.

En un espacio convocado por Legacy School of Ownership, mujeres de distintas trayectorias se reunieron en una enriquecedora masterclass liderada por la profesora y líder María Cecilia Otoya, donde se abordaron temas sobre cómo reconocer, enfrentar y transformar esa voz interna que sabotea logros, apaga opiniones y frena el liderazgo auténtico de las mujeres.

El enemigo silencioso

“El síndrome del impostor es como una gripa emocional: te deja sin voz, te impide expresarte y te hace sentir invisible”, aseguró Otoya en la apertura de este espacio. Con décadas de experiencia en juntas directivas, cargos de alto nivel y trabajo con líderes públicos y empresariales, conoce de cerca este fenómeno. “Yo misma lo viví. Llegaba a reuniones con presidentes de la República o al BID, y aunque tenía ideas claras, me quedaba callada. Dudaba de mi valor”.

Según estudios internacionales, siete de cada diez mujeres exitosas sienten que no merecen lo que han conseguido. Y esa cifra no ha cambiado demasiado desde que se identificó el fenómeno en 1978. El entorno puede ser más inclusivo, las oportunidades más visibles, pero el diálogo interno sigue siendo exigente, incluso cruel.

¿Cómo hacerle frente?

Uno de los primeros pasos para combatir este síndrome es identificarlo y desactivarlo. “Reconocerlo ya es ganar la mitad de la batalla. El siguiente paso es prepararse, porque la preparación da seguridad. No se trata de ser perfectas, sino de ser consistentes”, explicó Otoya.

Desde el enfoque de Legacy School of Ownership, se trabaja también en el ser: en conocerse, en fortalecer la confianza personal, en entender el liderazgo como un camino con múltiples estilos y no como un molde único. “Yo empecé con un estilo de liderazgo masculino, duro, casi militar. Con el tiempo, entendí que podía ser una líder empática, conectada, con una voz firme, pero cálida. Encontrarme fue clave”.

Mucho se ha dicho sobre la necesidad de ocupar espacios, pero poco se habla de lo difícil que es tomar la palabra en esos espacios. Muchas mujeres llegan a juntas directivas, asambleas o comités con ideas claras, pero se retraen. Otoya lo explica así: “Es como si pusiéramos el ego por delante, o el miedo. Pero cuando hablamos desde la coherencia, desde nuestra experiencia, no hay forma de fallar”.

Y no se trata de hablar más fuerte o de imponer, de hecho, una de las habilidades más poderosas que pueden desarrollar las líderes es saber escuchar con profundidad, leer el ambiente, captar lo que no se dice. “No estamos ahí para tener la respuesta más brillante, sino para hacer la pregunta más poderosa en el momento justo”, insistió.

Herramientas poderosas

Durante la sesión, la experta compartió una serie de prácticas para mitigar el síndrome del impostor, entre ellas, se destacan:

  • Registrar los logros: llevar un diario donde se consignen los pequeños y grandes triunfos. Escribir es una forma de objetivar lo vivido.
  • Pedir retroalimentación honesta: abrirse a escuchar, sin juicio, cómo se puede mejorar.
  • Nombrar las emociones: cuando la duda o la frustración aparece, ponerle un nombre permite gestionarla en lugar de reprimirla.
  • Crear una red de apoyo: “Entre mujeres podemos ser esa red de seguridad que necesitamos, como la malla del trapecista. Es fundamental tener con quién hablar, con quién validar lo que sentimos”.
  • Dejar de compararse: la comparación constante solo alimenta la inseguridad. El estándar debe ser uno mismo.

Sin duda, este espacio fue un ejercicio teórico y un viaje de autoconocimiento. “El liderazgo no se trata de nacer con ciertas características. Se construye y se transforma según el momento. A veces se necesita ser directiva, a veces conciliadora, a veces visionaria. No hay un solo camino” explicó Otoya.

Y agregó: “Tenemos derecho a estar en la mesa y también a proponer, a fallar, a aprender. No hay liderazgo sin autenticidad, y no hay autenticidad si no hay voz propia”.

Como un llamado a la acción, Legacy School of Ownership lanzó su programa de certificación “Mujeres que inspiran”, un espacio diseñado para formar líderes preparadas desde el ser y el saber.

“La única forma de combatir el síndrome del impostor es con conocimiento, con comunidad y con propósito. No basta con saber mucho. Hay que saberse valiosa”, concluyó Otoya.

Cuando una mujer reconoce su valor, ninguna mesa es más grande que ella misma.

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