En las familias empresarias, los adultos mayores ocupan un lugar especial como guardianes de la historia, la cultura y el propósito que ha definido su legado. Esta etapa de la vida, que generalmente abarca desde los 65 años en adelante, no debe entenderse como el final de su contribución, sino como un momento de transformación. Es un periodo en el que se asumen nuevos roles como mentores, consejeros y custodios de los valores familiares. Este artículo, el último de la serie “Sembrando el Legado”, aborda cómo las familias pueden apoyar a los adultos mayores para que encuentren un equilibrio entre dejar ir y seguir contribuyendo de manera significativa.
La serie “Sembrando el Legado” nos ha llevado a explorar cada etapa de la vida dentro del contexto de una familia empresaria, desde la infancia, pasando por la primera infancia, la adolescencia, la adultez emergente, los adultos jóvenes, los adultos de mediana edad, hasta llegar a esta etapa de los adultos mayores. Cada fase ha sido una pieza fundamental en la construcción del legado familiar, y ahora cerramos este ciclo con la reflexión sobre cómo los mayores pueden liderar desde una posición de sabiduría y experiencia, mientras preparan a las nuevas generaciones para continuar con el propósito compartido. Para los adultos mayores, esta etapa viene cargada de desafíos y oportunidades. Uno de los aspectos más importantes es la transición del liderazgo activo a roles estratégicos, una transición que, aunque natural, puede ser emocionalmente compleja. Soltar el control no significa desaparecer, sino reconfigurar el rol dentro de la empresa y la familia. Este proceso requiere paciencia, práctica y, sobre todo, confianza en las capacidades de las generaciones más jóvenes.
En el ámbito empresarial, los adultos mayores suelen ser los depositarios del conocimiento acumulado, pero también enfrentan el reto de adaptarse a las nuevas dinámicas del negocio y del mercado. Esto implica reconocer que su contribución no está en la gestión operativa, sino en la mentoría, el consejo estratégico y la transmisión de valores organizacionales. El caso de Alicia Herrera, una empresaria del sector agrícola, ilustra perfectamente este rol. A sus 72 años, Alicia decidió dejar el mando operativo de su empresa a su hijo Carlos, asumiendo ella el rol de presidenta del consejo asesor. En este nuevo puesto, aportó su experiencia en momentos de crisis, ayudando a la empresa a mantener su estabilidad mientras su hijo implementaba estrategias innovadoras para expandir el negocio. Sin embargo, Alicia no se limitó al entorno empresarial. Reconociendo la importancia de mantener viva la conexión con su propósito, lideró una fundación enfocada en prácticas agrícolas sostenibles. Este proyecto no solo reflejaba su pasión personal, sino que también permitió a sus nietos participar en actividades de impacto social, conectándolos con los valores familiares desde una edad temprana. Para Alicia, esta etapa no fue un retiro, sino una oportunidad para redefinir su papel y su impacto, tanto dentro como fuera de la empresa.
Sembrando el legado #6: Los adultos mayores en las familias empresarias