La sucesión ejecutiva en la empresa familiar es un proceso desafiante que va más allá de los aspectos estructurales y estratégicos. Este artículo explora un fenómeno poco discutido: el «electrocardiograma del fundador». Esta metáfora describe las fluctuaciones emocionales y conductuales del fundador durante el proceso de sucesión, pasando de ser un mentor entusiasta a un obstáculo inadvertido. A través de un marco teórico y un caso real, analizaremos los efectos de estas actitudes en la transición generacional, las relaciones familiares y la estabilidad organizacional. Finalmente, proponemos recomendaciones para mitigar estos efectos secundarios.
La sucesión ejecutiva en empresas familiares es un proceso complejo que implica la transición de liderazgo y poder entre generaciones. Múltiples estudios destacan los beneficios de un gobierno corporativo sólido y de una planificación estructurada. Sin embargo, pocos abordan las fluctuaciones emocionales y conductuales del fundador, que pueden convertirse en un obstáculo para el éxito del proceso. El «electrocardiograma del fundador» se manifiesta en un ciclo de entusiasmo y resistencia que impacta directamente en los siguientes aspectos: confianza en el sucesor, relaciones familiares y gobierno corporativo. El fundador puede alternar entre confiar plenamente en su sucesor y cuestionar su capacidad. Esto afecta la seguridad del sucesor y su aceptación por parte de otros actores clave. Las actitudes del fundador pueden generar conflictos intrafamiliares, especialmente cuando los mensajes enviados a diferentes miembros son contradictorios. La resistencia a delegar y la desconfianza hacia miembros externos de la junta directiva pueden debilitar la eficacia de las estructuras diseñadas para garantizar la transición. Además, la teoría de la riqueza socioemocional (SEW) explica que las emociones del fundador, centradas en preservar el legado familiar, pueden intensificar estas resistencias.
El modelo de transición de liderazgo de Bridges enfatiza la necesidad de manejar el componente emocional del cambio, no solo los aspectos técnicos. Sin esta gestión, los «efectos secundarios» del proceso pueden incluir rupturas familiares, desmotivación del sucesor y debilitamiento de la organización. Asimismo, la teoría del servicio (stewardship theory) resalta la importancia de que los líderes familiares adopten una visión colectiva y colaborativa para garantizar el éxito organizacional y la sostenibilidad transgeneracional. Otro marco relevante es el modelo de los diez pasos para la sucesión ejecutiva, que enfatiza la importancia de definir claramente roles, objetivos y cronogramas en cada etapa del proceso. Estos pasos incluyen realizar un diagnóstico integral de la empresa, la familia y la propiedad; identificar y formar al sucesor o sucesores con tiempo y planificación; diseñar un plan estratégico que contemple el legado y los objetivos futuros; crear estructuras de gobierno corporativo como una junta directiva con miembros independientes; formalizar protocolos familiares y acuerdos de socios; implementar un programa de formación para propietarios responsables; asegurar una comunicación clara y constante entre todos los interesados; establecer un cronograma para la transición con fechas y metas claras; evaluar periódicamente el progreso y ajustar el plan según sea necesario; y celebrar la transición reconociendo los logros de cada generación. Este enfoque estructurado permite mitigar las fluctuaciones emocionales del fundador al proporcionar una hoja de ruta clara que alinee expectativas y reduzca incertidumbres.
El año pasado, una firma centroamericana nos solicitó guiar un proceso de sucesión ejecutiva. El fundador, un hombre de casi 80 años, afirmó estar listo para ceder el control de la empresa familiar. Nuestro diagnóstico inicial mostró la necesidad de rediseñar el gobierno corporativo, estableciendo una junta directiva con miembros externos e independientes, transitando al fundador del rol de CEO al de Chairman y creando un consejo de socios con representación patrimonial de la segunda generación. Además, era prioritario formar a las siguientes generaciones como propietarios responsables. El sucesor, un socio minoritario que había trabajado junto al fundador por más de dos décadas, era respetado por los hermanos del fundador debido a su conocimiento y compromiso con la firma. Sin embargo, existía una preocupación latente: su estilo autoritario podría replicar el del fundador, cuya máxima había sido siempre «es mejor pedir perdón que permiso». El proceso inicial fue prometedor. Se llevaron a cabo reuniones para diseñar un gobierno corporativo de primer nivel y establecer una transición ordenada. Sin embargo, el comportamiento del fundador comenzó a mostrar inconsistencias. Aunque públicamente apoyaba la inclusión de miembros externos de la junta directiva, en privado expresaba dudas y temores sobre confiar temas confidenciales a personas ajenas a la familia. Estas contradicciones generaron desconfianza entre los miembros de la familia y los consultores. Una de las hijas del fundador renunció a su cargo en el consejo de socios, afirmando que deseaba preservar una relación personal con su padre antes que continuar en un proceso que percibía como desgastante y conflictivo. Los sobrinos del fundador nos compartieron que él discutía sus temores en privado, generando incertidumbre sobre su verdadero compromiso con la sucesión. Mientras tanto, el sucesor comenzó a dudar de su rol, preguntándose cómo podría liderar si el fundador, quien lo había formado, no confiaba plenamente en él. Este dilema impactó no solo la dinámica familiar, sino también la estabilidad de la organización. Al mismo tiempo, uno de los hermanos del fundador enfermó gravemente, lo que llevó a su familia a planear una sucesión paralela, introduciendo a un miembro de la tercera generación en una posición de liderazgo, algo inédito y no acordado en los preacuerdos existentes.
El electrocardiograma de la sucesión ejecutiva y sus efectos secundarios